martes, 3 de mayo de 2011

Parte 1.2

El lugar donde ahora me tocaba vivir no era muy parecido a lo que yo hubiera querido, pero mi posición social tampoco me iba a permitir un castillo donde refugiarme junto a mis sueños.
La cabaña que desde ahora sería mi casa estaba bastante retirada de la mansión de los señores. En ella habían cuatro grandes habitaciones con seis digamos, "camas" si se puede llamar así y un pequeño cuarto de baño donde solo había un hoyo, una manguera de agua fría y un pequeño espejo medio roto. Bueno, a falta de otra cosa, no había por qué quejarse.
Después de darle un rápido vistazo a mi nuevo hogar, dejé las cosas en mi "cama" y salí en dirección al campo donde me esperaba don Felipe con mis demás compañeros.

- Perdone el retraso don Felipe.
- Bien Gabriel, no pasa nada. Bueno, muchachos, escuchadme. Este es vuestro nuevo compañero Gabriel Guerrero, hoy comenzará a trabajar como peón y espero que todos nos llevemos correctamente. ¿Queda claro?-preguntó con voz firme don Felipe-.
- Claro, señor-contestaron todos al unísono-.

Después de esto un chico se me acercó con ademán de presentarse.

- Hola, soy Miguel. Qué, eres nuevo en el oficio, ¿no?.
- Si, yo en verdad soy pescador, pero siempre está bien ampliar horizontes-dije riéndome-.
- Si, por supuesto. Yo en verdad soy Papa, pero el Vaticano me aburría, por eso vine-dijo con una gran carcajada-.
- ¿Te ríes de mi?-dije enfadado por la contestación a mi parecer, irónica-.
- No, estoy bailando una jota, ¿no me ves?-dijo sin parar de reírse-.
- ¿Eres idiota?-dije muy enfadado-.
- Ey tranquilo, no quería enfadarte, soy así.
- Ah, entonces seremos buenos amigos-dije con sarcasmo-.
- Venga, tranquilo, era broma. ¿Empezamos otra vez?-dijo sonriente-. Hola, soy Miguel, encantado de conocerte, me alegro de que hoy comiences a formar parte de nuestra pequeña familia.
Después de esa frase lo miré ráramente pero le seguí el hilo.
- Hola, soy Gabriel, encantado.
- ¿Has visto?, mucho mejor. Bueno, pongámonos a trabajar que si no don Felipe nos deja sin sueldo esta semana.
- Pues sí va a ser mejor.

La jornada fue dura, pero no tanto como la de los días de pesca en alta mar. Mis manos comenzaban a acostumbrarse a la azada con la que durante toda la tarde estuve removiendo tierra para sembrar a la mañana siguiente. Después, fuímos a la cocina donde cenamos todos los trabajadores mientras Pilar y otras compañeras suyas servían la cena a los señores. Luego fuímos a la cabaña, mi primera noche allí, sin lo que siempre había sido mi hogar. Pero sé que de alguna manera, esto me haría bien. No podía dormirme así que salí al campo a tomar el aire. Rato seguido apareció Miguel con una antorcha y por cierto, me dió un susto de muerte.

- ¿Qué haces aquí, Gabriel?-dijo en un susurro-.
- No podía dormir, me encuentro extraño-
- Hombre me lo hubieras dicho y en vez de estar aquí solo podríamos haber ido a divertirnos.
- ¿A donde? si todo esto es campo.
- ¿No conoces "El carnaval"?.
- Que yo sepa estámos en mayo.
- No idiota, "El carnaval", el cabaret, ¿no lo conoces?-dijo con mirada pícara-.
- Pues no-dije tajante-.
- No me digas que tu no frecuentas esos sitios.
- Pues no.
- Vamos Gabriel, no serás...
- ¿Qué?.
- Ya sabes... invertido.
- ¡¿Yo?!, no, claro que no.
- Y, ¿por qué nunca has ido a un cabaret?.
- Nunca me ha parecido algo interesante.
- Venga no te creo, allí están las mujeres más guapas de todo Asturias.
- Si, pero son muy fáciles.
- Toma, claro, para eso les pagan, ¿que quieres que pagándo sean difíciles?.
- No hombre, no digo eso, es respetable, pero yo no quiero una mujer así.
- ¿Sabes una cosa?, eres raro.
- Bueno, lo ordinario no tiene nada interesante.
- Me sorprendes, si, me sorprendes muchísimo, pero bueno, ¿volvemos a la cabaña?.
- No, no tengo sueño.
- Bien, porque yo tampoco, ya se lo que vamos a hacer.
- A ver, sorpréndeme.
- Vamos a acercarnos a la mansión de los pijos estos, y te voy a enseñar a la pequeña virgen.
- Luego yo soy el raro-dije extrañado por las sujerencias de Miguel.
- No tu, la virgen no es una estatua. La virgen es Victoria, la hija de los Argüelles.
- Oye tu, enserio, estás mal. Vuelve a tu camita o a tu cabaret o a hacer lo que te de la real, pero a mi déjame en paz.
- Bueno tu te lo pierdes.

Y se fue. Y no muy en el fondo me alegré de que lo hiciera. Esa noche dormí un rato recostado en un árbol pero me levanté pronto y di una vuelta por la finca.

Un poco retirado al oeste de la mansión me di cuenta que había una pequeña alberca y me acerqué. Cuando estuve lo bastante cerca me recosté en un arbol y admiré la vista.
Era hermoso ver tanta naturaleza junta, pero al poco tiempo de estar sentado me dí cuenta de que alguien se bañaba dentro. Era una mujer, joven, más o menos de mi edad. Tenía el rostro angelical y el cabello dorado, sus movimientos en el agua eran dulces y elegantes y yo, me perdí en tanta belleza. Al salir, se percató de que yo estaba mirándola y su cara se tornó preocupada y en un gesto de miedo salió corriendo, pero yo salí detrás de ella y la alcancé.

- Suéltame porfavor, suéltame te lo ruego. Te daré lo que quieras, mis padres tienen dinero, si no me tocas te darán todo aquello que desées-dijo de espaldas a mi y temblando-.
- No quiero dinero y tampoco quiero hacerte daño. No te asustes, jamás me atrevería a lastimar un ser tan hermoso, estoy seguro de que la naturaleza no me lo perdonaría -me quedé sorprendido al atreverme a decir esas palabras. Yo siempre había sido bastante tímido y pensaba que jamás me hubiera atrevido a decir eso-.
Perdona mi atrevimiento, ni siquiera sabía que estabas allí, simplemente paseaba, además trabajo aquí. Puedes quejarte de mi conducta, de hecho te invito a quejarte a mi superior si te he lastimado. No había sido adrede.
- ¿Cómo te llamas?-dijo continuando de espaldas a mi y esta vez sin temblar-.
- Gabriel, y tu, ¿puedo saber tu nombre?-dije deseando que me contestara-.
- Un nombre no es importante.
- Tal vez, pero me gustaría saberlo.

No contestó, hizo un ademán de darse la vuelta para mirarme a la cara pero salió corriendo y yo, paralizado, no hize otra cosa que quedarme quieto.