martes, 26 de abril de 2011

Parte 1ª: La despedida.

Volvía crecido a un lugar pequeño, donde aparentemente todo seguía como antes, incluso ahora sentado en el porche de lo que había sido mi hogar, la brisa del viento y el sonido de la espuma del mar, seguían acariciandome como habían hecho antaño.

No conocí a mis padres, pero mis tíos siempre me habían dicho que cuando necesitara tenerlos cerca, mirara al cielo y obervara las estrellas y la más grande, la más brillante, ella sería el lugar desde donde ellos me obervaban y me protegían.

Mis tíos eran pescadores y al faltar mis padres, fuí para ellos más un hijo que un sobrino ya que ellos nunca habían podido tener descendencia.
Crecí feliz y fuerte, sin mucho dinero, pero es verdad eso de que el cariño no se compra, con forme crecía me daba más cuenta de ello.

Pero bueno, todo comenzó algunos años después.

Corría el año mil novecientos veintiseis, yo tenía dieciseis años.

Mis abuelos nunca pudieron darme una educación en una escuela, así que no sabía leer ni escribir pero me interesaba mucho saber el porque de todo y buscarle una solución. Aunque siempre me habían enseñado a bajar la cabeza delante de los "señores poderosos", yo no soportaba las injusticias ni las diferencias que habían entre una clase u otra solo por el dinero que se tubiera debajo del colchón. Pero viniendo de donde venía y sin saber ni siquiera para que servían un lápiz y un papel, poco podía hacer por mejorar el mundo.

Trabajé hasta ese momento de pescador en la barca de mi tío, a el ya le iba ganando la vejez a la juventud y ya no podía hacer lo que había hecho hace veinte o treinta años.
Éramos tres bocas y un sueldo con el que poder alimentarnos, así que cada vez se nos hacía más difícil el recorrido de cada día.

Un día, mi tío me dijo que a las afueras del pueblo, en la mansión de los Argüelles-Cuetos, estában buscando un mozo para que trabajara sus viñas y don Felipe, que era el capataz de la finca y buen amigo de mi família, le dijo a mi tío que tal vez sería buena idea que yo me pusiera a trabajar allí.

- Escucha Gabriel, ya sabes como lo estámos pasando y lo bien que nos vendría un sueldo más. Los Argüelles son muy ricos y poderosos y allí puedes vivir muy bien, mejor que aquí. Así que hijo, no pierdas la oportunidad y marcha con Felipe para la finca, cuando termine la vendimia y algún día de fiesta que otro podrás venir a vernos.
- Claro tío, descuíde, iré y lo haré lo mejor que pueda. Ya verá que se sentirá muy orgulloso de mi. Y usted también tía, descuíden los dos, me irá bien.

Y así con un beso, me despedí de un ciclo de mi vida, pero cuando una puerta se cierra otra se abre y aunque esta etapa ahora solo fueran recuerdos. Pronto comenzaría una nueva con la que vivir.

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